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La mortalidad de los habitantes de Manhattan que tienen entre 25 y 34 años de edad es un 60% menor que la tasa correspondiente para Estados Unidos en su conjunto.
La razón de ello es que en Manhattan se conduce menos en coche (los neoyorquinos que pertenecen a esta franja de edad tienen más de un 75% menos de probabilidades de morir en un accidente de coche que sus homólogos en el resto del país) y hay menos accidentes y suicidios en general.
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En las grandes ciudades, las personas se suicidan con menos frecuencia que en las áreas rurales. En ese sentido, el índice de suicidios de Nueva York de gente joven se sitúa alrededor del 56% de la media nacional.
Encabezan los lugares con más suicidas de EEUU, Alaska, Montana y Wyoming, que tienen un índice de suicidios 2,5 veces mayor que Massachusetts, Nueva Jersey y Nueva York. Sin duda, la soledad y el aislamiento no son buenas compañías: las buenas compañías son las otras personas. Aunque a este factor hay que añadir otro: la posesión de armas de fuego es 4 veces mayor en los pueblos pequeños que en las grandes ciudades, y la mayoría de jóvenes que se suicidan lo hacen con armas de fuego. Eso también explica la razón de que los suicidios de gente joven aumenta significativamente en relación con el incremento en el número de licencias de caza de un país.
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Si observamos las estadísticas de las personas de más edad, entonces vemos que las personas de entre 55 y 64 años de edad se suicidan un 5,5% más en Estados Unidos que en Nueva York; un 17% más si analizamos las cifras de las personas de entre 65 y 74 años; y más de un 24% entre los de 75 y 84 años de edad. Todo ello independientemente de las diferencias entre formación, empleo e ingresos.
Tal y como explica Edward Glaeser en El triunfo de las ciudades, en las grandes ciudades hay mejor cobertura médica, los hospitales quedan más cerca, se puede frencuentar más al médico, etc. Pero también hay otra razón: tener mala salud aumenta las probabilidades de jubilarse, y la jubilación incrementa a su vez las probabilidades de salir de la ciudad y mudarse a una zona más tranquila.
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Pero en Estados Unidos se puede morir de muchas cosas más, como explica pormenorizadamente Ben Sherwood en su libro El club de los supervivientes:
Más de 115 millones de personas visitan las salas de urgencias cada año en Estados Unidos. Eso supone 315.000 al día o 13.125 cada hora. Cada vez que chasqueamos los dedos hay tres personas que entran rápidamente por la puerta de una sala de urgencias de algún lugar de Estados Unidos. (…) Cada catorce segundos, alguien sale herido en un accidente de tráfico, y cada doce minutos una persona muere. Cada hora, ocho personas sufren una herida por arma de fuego y tres personas fallecen. Dos niños son tratados por lesiones de asfixia cada hora y tres de ellos mueren cada semana. Los mordiscos de perros envían a cuarenta y cuatro personas a urgencias cada semana. Nueve personas mueren cada día por ahogarse accidentalmente y casi tres sufren descargas eléctricas.
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También podemos echar un vistazo a las lesiones que se producen al año en EEUU, extraídas del Compendio estadístico de Estados Unidos y enumeradas con su gracejo acostumbrado por Bill Bryson en su libro Historias de un gran país:
De forma predecible, “escaleras, rampas y rellanos” constituyen la categoría más animada, con casi dos millones de atónitas víctimas. No obstante, en otros campos, los objetos peligrosos resultan más benignos de lo que su reputación permitiría suponer. De este modo, hay más personas heridas por el manejo de aparatos de alta fidelidad (46.022) que por el disfrute de monopatines (44.068), camas elásticas (43.655) e, incluso, hojas y maquinillas de afeitar (43.365). Apenas 16.570 personas se hicieron daño con un hacha al astillar la leña con demasiado entusiasmo: incluso ciertas sierras manuales y mecánicas no ocasionaron más que la cifra relativamente modesta de 38.692 heridas. Monedas y billetes de banco causaron más lesiones (30.274). (…) Casi 50.000 americanos se lesionan anualmente valiéndose de lápices, bolígrafos y demás artículos de escritorio.
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Olvidándonos un rato de Estados Unidos y centrándonos en España, hay que decir que es uno de los países más peligroso de la UE, en base al número de muertes violentas computadas en general. Por ejemplo, un año especialmente funesto fue el 2008, en el que hubo 1.019 muertes violentas. (Por ejemplo, en 2007 hubo 985).
Ese año fue funesto en general, pues la tasa de muertes por violencia de género también fue elevada: 76 víctimas.
En 2008, pues, hubo 2,61 asesinatos por cada 100.000 habitantes en España.
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Con todo, España no es el país en el que se produce más violencia de género, aunque haya tantas muertes violentas en general. El número de víctimas por violencia de género en España, según los datos del instituto de la mujer, en los últimos años: 1999 (54), 2000 (63), 2001 (50), 2002 (54), 2003 (71), 2004 (72), 2005 (57), 2006 (68), 2007 (71), 2008 (76), 2009 (55).
A pesar del escándalo mediático, lo cierto es que en países nórdicos como Finlandia y Noruega, ejemplos de países pacíficos y de educación más moderna y progresista, tienen tasas de violencia contra las mujeres superiores a las de España. En otras palabras, España es más insegura en cualquier contexto por muerte violenta que Finlandia y Noruega, pero es más segura en el contexto conyugal si hablamos de mujeres.
La razón de estas insólitas cifras es difícil de esclarecer. Una posible respuesta tal vez sea que el contexto conyugal se cultiva más en países nórdicos, donde se hace mucha más vida hogareña debido a las condiciones climáticas adversas, al contrario que España. Porque las personas se matan unas a otras cuando pasan tiempo juntas, independientemente de si hablamos de parejas o de cualquier otro tipo de interacción.
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En el ámbito doméstico no solo mueren violentamente las mujeres, también mueren muchos hombres (en 2008, por ejemplo, fueron 31, es decir, un poco menos de la mitad que mujeres). Pero no suelen ser víctimas de las mujeres sino de otros hombres del ámbito doméstico: los padres y los hijos.
Sumando los asesinatos de mujeres y hombres en el seno doméstico (en 2008), en el 85 % de los casos el agresor es hombre. Es decir, porcentajes similares a los que encontramos fuera del ámbito doméstico.
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Aunque parezca lo contrario, no es tan peligroso conducir un coche. Mucha gente muere por accidentes de coche, pero no tenemos en cuenta que también mucha gente pasa mucho tiempo en los coches. Si todo el tiempo que una persona pasa en un coche lo pasara en otro lugar, haciendo otras cosas, también podría acabar muriendo… y seguramente con más facilidad, tal y como explican Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner.
Por ejemplo, en Estados Unidos hay 40.000 muertes anuales por accidentes de tráfico, pero el estadounidense medio pasa muchas horas al día en el ámbito de su coche. Así que habría que tener en cuenta cuántos km conduce un ciudadano medio. Teniendo en cuenta esa cifra (5 billones de kilómetros al año, si sumamos a todos los conductores), entonces hay una muerte por cada 120 millones de kilómetros. O dicho de otra manera: si una persona conduce 24 horas al día a 50 kilómetros por hora… puede esperar morir en un accidente de tráfico después de conducir durante 285 años seguidos, de promedio.
En 1950 murieron en EEUU casi 40.000 personas en accidentes de tráfico. Es una tasa de mortalidad similar a la actual en el mismo país. Pero hay algo diferente: entonces se recorrían muchos menos kilómetros que ahora. La tasa de mortalidad por kilómetro era 5 veces mayor en 1950 que ahora, así que vamos a mejor.
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En El hombre anumérico del matemático John Allen Paulos, podemos leer que el alcoholismo, que en Estados Unidos es la causa directa de 80.000 a 100.000 muertes al año e indirectamente provoca otras 100.000, es, por una serie de razones, considerablemente más costoso que la drogadicción. Pero la gente se alarma por los accidentes de tráfico y otras formas de muerte mucho menos probables.
Un profesor del MIT, Arnold Barnett, especializado en el estudio de operaciones, un campo de la matemática aplicada que emplea los números para mejorar algunos sistemas complejos, como el control del tráfico aéreo, ha calculado por ejemplo el ínfimo riesgo de morir en un vuelo comercial en Estados Unidos. Las probabilidades de morir (el Q) son de una entre 60 millones. Eso significa que podríamos volar cada día durante los próximos 164.000 años antes de morir en un accidente de aviación (el Q en un viaje en coche es alrededor de 1 entre 9 millones, casi 7 veces que el riesgo de morir en un vuelo nacional).
Sin embargo, si echamos un vistazo a las portadas del periódico New York Times, descubriremos que la cobertura mediática que se dedica a los accidentes de aviación es 60 veces mayor que los informes de VIH/sida; 1.500 veces mayor que los accidentes de carretera; y 6.000 veces mayor que la cobertura que se dedica al cáncer, la segunda causa principal de mortalidad en EEUU después de los ataques al corazón.
BONUS TRACK
En grandes ciudades como Nueva York hay continuas fluctuaciones de homicidios, y nadie conoce las causas exactas para que se produzcan. Por ejemplo, entre 1975 y 2005, la tasa de homicidios en Nueva York se redujo de casi 22 muertes a 6 muertes por cada 100.000 habitantes. Y a ese descenso se le sumó también una caída del número de violaciones, robos y otros delitos graves.
Los provocativos John Donohue, de la Universidad de Yale, y Steven Levitt, de la Universidad de Chicago, proponen una explicación que quizá haya tenido algo que ver en ello: la legalización del aborto, es decir, la reducción de hijos no deseados, sobre todo en las capas más bajas de la sociedad. Los cinco estados que legalizaron el aborto antes de la legalización nacional de enero de 1973 experimentaron caídas en el número de hechos criminales un poco antes que los demás estados. Puede que no haya una relación causa efecto entre ambos fenómenos, pero vale la pena echar un vistazo a la convincente argumentación que esgrimen en su artículo The Impact of Legalized Abortion on Crime. Aquí tenéis un resumen del mismo.
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