Hay momentos en la vida del hombre en los que debe plantarse y demostrar a sus congéneres que es capaz de beber su propia orina. No sé exactamente cuáles son esos momentos, ni por qué suceden, pero por si acaso lo mejor es tener una mano un Freedom Flask. Quizás resulte algo sospechoso que bajo tu bragueta habite un grifo, pero es de suponer que en esas situaciones tus congéneres irán algo perjudicados, así que no creo que noten la diferencia.
Pero el Freedom Flask es mucho más que eso: es la solución para llevar bebidas ocultas a cualquier lado y poder hacer el Wookie un rato. Nunca más te sentirás solo porque todos y todas acudirán a ti para que les sirvas ese sabroso elixir que guardas entre tus piernas, lo que te permitirá chantajear, negociar, someter y hacer a todo el mundo esclavo de tus designios. Lo único que puede desbaratar tus planes es que no tengan sed; por eso recomiendo acompañar al Freedom Flask con una bolsa de cortezas de cerdo y ofrecerlas con una sonrisa benevolente. Provocar el problema y ser la solución: en eso consiste el dominio.
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