
En este periodo veraniego en que tomamos más fruta de la habitual, nos vamos de vacaciones y tal vez nos afecta el cambio de aguas o vete a saber qué, cualquiera puede tener un pequeño percance, eso que en castellano peninsular conocemos como “irse la patilla p’abajo”.
Hay veces que tener ropa interior de recambio puede ser tu salvación, ya que a nadie, a nadie medianamente normal, me refiero, le gusta pasar el día sintiendo el crepitar de la ropa interior. Sólo pensar en ello me llena de desasosiego.
Si el váter de emergencia que os presentábamos el otro día os parece muy aparatoso, tenemos otras soluciones para ayudar a pasar tan amargo trago. Por ejemplo, la Ropa interior de emergencia, un calzoncillo desechable empaquetado de manera comprimida, lo que le permite ocupar el mínimo espacio y poder acarrearlo en un bolsillo a salvo de miradas indiscretas.
Lo malo es que, tras utilizarlo, nos encontramos con el problema de qué hacer con la prenda sustituida. La tiramos (San Calvin Klein nos perdone) o nos va a hacer falta alguna bolsa de plástico para poder guardarla, lo que sería un valioso complemento del producto. Tampoco sería mala cosa acompañarlo de un jaboncillo y un sobre de perfume.
Le veo futuro en las máquinas expendedoras de los bares y discotecas junto con los condones y cepillos de dientes desechables, incluso en fomra de kit con los tres ítems para que te salga mas barato.
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